Hay sonrisas fingidas que solo sirven para engallar o para esconderse detrás de ellas. Esas sonrisas son la falsa representación de lo que no se es ni se siente. Son una burda imitación que se hace con unos pocos gestos del rostro.
Las sonrisas de verdad son duendes que duermen en algún lugar oculto del alma aún no descubierto. Estos duendes se apoderan de nuestro rostro sin que nos demos cuenta, hacen que se ilumine nuestra cara, que nuestra severidad desaparezca y que el tiempo se detenga en algún momento indefinido de nuestra existencia lleno de armonía y plenitud.