“Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas”
Mario Benedetti (1920 -2009)
De “Defensa de la alegría”
“Y yo, que voy andando hacia el poniente,
siento llegar maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión…”
José Ángel Buesa (1910 – 1982)
De “Amor tardío”
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Tanto la felicidad, como la alegría nunca pueden ser un objetivo, un impulso, un motivo. ¿Por qué? Porque tanto la felicidad como la alegría son el resultado de esa simbiosis entre lo que nos pasa y lo que hacemos. Nunca son causa. Dicho en términos científicos, basándonos en la teoría de sistemas y las relaciones causa-efecto, ni la felicidad ni la alegría son impulsores per se, sino efectos; pueden realimentar nuestro ánimo, creando círculos virtuosos, pero no están en la raíz de nuestro estado emocional. De hecho, pueden ser nuestro estado emocional.
Más bien, nuestro ánimo depende de la actitud que tengamos ante la vida. Y el resumen de todas esas actitudes que nos puede impulsar hacia la alegría y la felicidad es la ilusión. Pero no erremos el tiro: debe ser una ilusión instintiva, espontánea, ingenua y hasta inocente y explosiva (justo como los niños, nuestros ignorados maestros).
Ilusión en aprovechar el tiempo que nos es dado; en perseguir nuestros sueños sin desaprovechar el momento presente; en vivir con la mente, el alma y el corazón abiertos, para contaminarnos de vida y contaminar, a su vez, la vida; en ser amantes de la vida, del saber y de la bondad; en vivirnos y vivir libres de ataduras o complejos innecesarios, ejerciendo de nosotros mismos; en elogiar la prudencia y no olvidarnos de que también debemos ser prácticos, pero sin caer en ese angustioso, asfixiante y frustrante pragmatismo que nos convierte en robots.
Recuperar la sabiduría es recuperar la ilusión, y hacerlo de una forma similar a como la vivíamos en la niñez. Y digo similar, porque es imposible que sea igual. Ni siquiera es conveniente…
Ese camino, el de la ilusión, el del esfuerzo por ser y vivirnos, es el único, en mi opinión, que nos puede llevar a la felicidad y a la alegría (con minúsculas, por supuesto, aunque ya no tenga ninguna duda de que también puede llegar a vivirse con unas enormes mayúsculas).
Ilusionados, y un poquito ilusos, ¡para no aburrirnos! Y con ingentes toneladas de ternura, por favor… ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor!
Emilio Muñoz
Pensar y sentir
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