“No puede un alma ver la belleza
sin haberse hecho bella”
Plotino (205 – 270)
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Pero solo podemos ser impresionados por la belleza gracias a nuestra propia sensibilidad. Cuanto más sensibles somos, más abiertos estamos para descubrir la belleza, ser impresionados por ella, y celebrar felizmente el encuentro. Incluyendo la maravillosa belleza de los detalles, que tan desapercibida pasa.
Podemos decir que somos impresionados por la belleza solo cuando esa belleza, de algún modo, vive latente en nosotros mismos. Visto así, la alegría que se produce al reconocer la belleza es, realmente, la alegría del reencuentro: la alegría de volver a unirnos con algo que sentimos que forma parte de nuestra vida con amor y alegría.
Por el contrario, si nuestra sensibilidad es menor, la belleza pasa desapercibida ante nuestros sentidos. Sorprendentemente, es como si no existiera. O, como decía hace años, es como si nuestros ojos no estuvieran capacitados para verla. Ciertamente, en estos casos, nuestra alma no está preparada para emocionarse ante su presencia.
La sensibilidad es ese misterioso y mágico resorte que permite emocionarnos ante la grandeza de todo aquello que es y de todo aquello que existe, dando sentido a nuestra vida. Más allá del grado de sensibilidad que tengamos, educarla nos permitirá ir accediendo a experiencias y mundos tan desconocidos como fascinantes.
Abrirse a la belleza sin condiciones ni límites es garantía de una vida plena y dichosa.
Emilio Muñoz
Pensar y sentir
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(por Tar Blanche – Tema)