“Los hombres construimos demasiados muros
y no suficientes puentes”
Isaac Newton (1643 – 1727)
“Hemos aprendido a volar como los pájaros
y a nadar como los peces,
pero no hemos aprendido el sencillo arte
de vivir como hermanos”
Martin Luther King (1929 - 1968)
Una antigua historia sufí cuenta que en un bosque vivían dos mendigos, uno cojo y el otro ciego, ambos enfrentados por viejas rencillas. Por diversas circunstancias, los dos perdieron sus casas en un incendio. Queriendo salir del bosque, ninguno de los dos tenía posibilidad, pues uno no podía moverse y el otro, pudiéndolo hacer, no sabía qué camino tomar.
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Photo by Andrei Lazarev on Unsplash |
Los dos mendigos se encontraron, y a uno de ellos se le ocurrió una brillante idea: el ciego llevaría al cojo en volandas, para que éste le indicara el camino a seguir. Así pudieron salir del bosque. Lo que hasta entonces solo había sido una sucesión de rencillas se convirtió en una enriquecedora y grata amistad a partir de ese momento.
Esta es una hermosa lección del poder y de los beneficios que tiene cualquier ser cuando entra en una dinámica de colaboración. Lo encontramos a menudo en la naturaleza, pero esta enseñanza debería aplicársela, de forma especial, el ser humano, tan extrañamente necesitado de resaltar su diferenciada personalidad, seguramente porque la encuentra pobre y porque vive sumergido en esta destructiva cultura nuestra (hablo de la Occidental) que incentiva la superioridad sobre los demás, el protagonismo a cualquier precio y la competitividad más nociva e, incluso, despiadada. El alto precio asociado a nuestra mentalidad no solo lo ha pagado una abrumadora parte de la humanidad con su vida (continuas guerras) o con la pobreza (la desigual distribución de la riqueza), también lo está pagando nuestro planeta, más y más rápidamente deteriorado con el paso del tiempo (cambio climático, polución ambiental y de los mares, y relativo agotamiento de los recursos).