“Recuperar el espíritu de la niñez…
Conseguir que la vida vuelva a fluir
plena de energía y entusiasmo”
Emilio Muñoz
“Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.
sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.
(…)
Tal vez pude doblar este destino mío
en música inefable. O necesariamente...”
Idea Vilariño (1920 - 2009)
De “Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto...”
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Foto de Vitolda Klein en Unsplash |
Pero para que el amor se manifieste con entusiasmo precisa de algo más: confianza, transparencia, sinceridad, apertura de corazón. Es ponerse en las manos del otro ser para que el otro ser lo tome como una bendición de la vida. Y viceversa.
Las amistades y amores más bellos que he vivido, tanto en la niñez como en la edad adulta, se han convertido en una experiencia radiante precisamente por el concurso de esos ingredientes. Unos ingredientes que utilizan los niños con toda naturalidad pero que la prudencia de los adultos los limita, y con ello empobrece la experiencia del amor, la vivencia de amar y ser amado.
Como amante de las emociones intensas que soy, siempre que sean buenas y bellas, lo que más me une y ata a las personas es precisamente el entusiasmo con el que nos buscamos y nos encontramos. La vida, así, se convierte en una maravillosa celebración.
Pero no se trata de forzar las situaciones, de crear algo artificial. Si así se actúa se provoca el efecto contrario: desconfianza, distanciamiento e incomodidad. Es por eso que, como todo lo bueno de la vida, es necesario que sea espontaneo y sincero, que surja como una extensión natural de nuestra emocionalidad.
El problema es que la prudencia de los adultos nos hace ser muy comedidos con la expresión de nuestras emociones, bloqueando alguna de ellas por el miedo al rechazo o a la burla. Como tantas veces hacemos los adultos, escogemos el camino más triste, limitante: poner barreras, aislarnos y refugiarnos en personas de confianza, aunque muchas veces no mostremos ningún entusiasmo en vivirlo así. Y no me extraña…
Al final, esta es una más de las muchas razones que existen para recuperar el espíritu de la niñez. Eso supone arriesgarnos a ser heridos, es cierto. Pero la solución nunca es la renuncia, que es la opción más utilizada por los adultos, sino el fortalecimiento de nuestra personalidad sin dejar de ser y vivir como realmente somos.
Por poner un ejemplo, todo el mundo dice que tiene muchos amigos. Realmente se trata de unos pocos. Pero no se trata solo de tener unos pocos buenos amigos. Se trata de celebrar la vida experimentando con entusiasmo esa amistad.
Mi opción es esa: el entusiasmo de la búsqueda y del encuentro, sea con familiares, amistades o amores. En ese entusiasmo compartido se me hallará abierto y entregado. De otra forma, la apatía ganará la partida.
No se trata de sobrevivir sino de convertir en mágicas nuestras experiencias. Dichoso el que lo consigue…
Emilio Muñoz
Pensar y sentir
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(por Michael Brogadaccio – Tema)