“Para mí, la primavera se anuncia acústicamente.
El arrullo de las palomas tiene de pronto otro timbre,
ya en febrero. Así pues, primero oigo la primavera
que se avecina. También ha ocurrido este año.
La primavera comenzó con un sonido”
Byung-Chul Han (1959 - …). Corea del Sur
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Foto de Sarah Mak en Unsplash |
Muchas personas reconocen la llegada de la primavera gracias a la vista: todo florece y la iluminación lánguida del invierno va dejando paso a una intensa luz del poderoso sol.
Otros personas, como el filósofo coreano afincado en Alemania, Byung-Chul Han, lo reconocen en los sonidos, tal y como relata. Yo mismo empiezo a atisbar la llegada de la primavera al escuchar la llegada de los primeros vencejos, o las golondrinas, surcando ágiles y veloces el cielo, afanadas en la construcción o reconstrucción de sus nidos. Pero he de admitir que no reconozco en este hecho el inicio de la primavera.
Yo celebro la llegada de la primavera cuando “huele a primavera”, algo que ocurrió la pasada noche. Excepto en los años de intensa sequía en el centro de España, siempre hay un día en el que reconozco la llegada de la primavera, algo que percibo, al menos, desde que era adolescente. No puedo describir bien a qué huele, porque se trata de una sensación única que percibo al anochecer, normalmente en Febrero, aunque este año se ha retrasado hasta Abril por el mal tiempo. No es únicamente un olor. Es más… o mucho más.
Se trata de una combinación única e indescriptible de humedad, temperatura y olores provenientes de la explosión tierna de flores y vegetación. Algo en mí reconoce que ha llegado la primavera. Esa sensación puede durar una sola noche, o dos, incluso tres, pero raramente más.
Se trata como he dicho, de un acontecimiento que celebro desde mi adolescencia, y produce en mí un intenso estallido de alegría y vitalidad. Es un sentimiento de plenitud único, una alegría desbocada que me invita a celebrar saltando, cantando, abrazándome, recitando, soñando, amando la vida. Es un éxtasis de vitalidad que no tiene otro igual.
Realmente celebro como un niño la llegada de la primavera, lo que me lleva directamente a unas bellísimas palabras del poeta y novelista alemán Friedrich Hölderlin (1770 - 1843):
“¡Ay! Todo estaba como lleno de gozo y de esperanza,
exclamaba Diotima, todo tan lleno de incesante crecimiento y,
sin embargo, también tan libre de todo esfuerzo
y tan dichosamente en calma como un niño que se dedica
a jugar sin pensar en nada más.
En eso la reconozco, exclamé, en eso reconozco el alma
de la naturaleza, en esta calmada fogosidad de este demorarse
en su poderosa premura”
“Como un niño que se dedica a jugar sin pensar en nada más…” Maravillosa sensación que reconozco lleno de gozo. Verdaderamente pienso que la más bella celebración de la vida y de la primavera ocurre cuando somos capaces de regresar a la inocencia y a la autenticidad del niño que fuimos. Nunca me cansaré de repetirlo.
Ahora sí… ¡Feliz primavera…!
Emilio Muñoz
Pensar y sentir
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