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viernes, 21 de agosto de 2020

NUESTRO MUNDO: MIRAR CON LOS OJOS DE UN NIÑO…


“La gente solo ve
lo que está preparada para ver”

Ralph Waldo Emerson (1803 – 1882)


Desde hace ya muchos años, una de mis frases más repetidas es que nuestros ojos no siempre están preparados para ver lo que tenemos delante. De la misma forma, nuestra mente no siempre está preparada para entender lo que vemos.

De hecho, nos pasa algo parecido a lo que ocurre cuando estamos delante de un televisor: seleccionamos nuestros canales favoritos, obviamos los programas que un día, muchas veces lejano, no nos gustaron. Incluso, elegimos para ver solo los informativos que refuerzan nuestras ideas y creencias, desdeñando a los demás.

Photo by Ramin Talebi on Unsplash
Somos así victimas de nuestros pre-juicios, que siempre terminan por convertirse en prejuicios. Filtramos todo lo que nos llega y apartamos de nosotros lo que previamente despreciamos o censuramos. Al igual que con la televisión, en algunos momentos de nuestra vida vamos programando todo aquello que debemos ver y hacer, y descartamos todo lo demás.

De esta manera, terminamos por programar lo que somos y debemos ser. Convertimos nuestro existir en un absurdo cúmulo de aburridos hábitos que nos parecen magníficos solo por el hecho de que la mayoría de los que nos rodean repiten los mismos hábitos y conjuran una alegría ficticia, que hace mucho de tener sentido. Nos programamos, tanto como nos programa la cultura dominante en la sociedad desde la adolescencia. Es tan absurdo que, de tanto en tanto, nos preguntamos sobre el sentido de nuestra vida, y solo el miedo a encontrar la verdadera respuesta nos devuelve a nuestras rutinas de siempre.

De tiempo en tiempo, al sorprendernos un hecho extraordinario (muchas veces traumático), reparamos en algo o en alguien que habitualmente despreciábamos. Decimos entonces que la madurez y el aprendizaje nos hizo ver la belleza que nunca nos había deleitado, o que nos permitió comprender aquel micro-mundo (explicación, sistema) que siempre nos había resultado ajeno e incomprensible. Disfrutamos del momento, y nos abrimos a nuevas posibilidades y experiencias; pero raramente comprendemos cómo actuamos, y lo limitada que se volvió nuestra capacidad para aprender desde que dejamos de ser niños.

Esta es una (solo una) de las razones por las cuales debemos conservar los rasgos básicos que definen la niñez: el placer de descubrir, la capacidad de no prejuzgar, la inocencia, la humildad y la buena voluntad. Cualidades todas que nos abren al mundo y que nos permiten disfrutarlo con esa intensidad tan característica de nuestros primeros años. Todo menos encerrarnos en nuestro limitado mundo de conocimientos y preferencias, en nuestro asfixiante e injusto mundo de prejuicios…

Abrirse a la vida es tener la capacidad de mirar al mundo con ojos nuevos cada día, justo como los niños hacen…. Exactamente como los adultos no queremos hacer…



Emilio Muñoz
Cosas del más acá

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(original autentificado)



The Stolen Orchestra - Funny How Sometimes You Just Find Things
(por jean – sebastien)


domingo, 29 de marzo de 2020

PUDE... PUEDO... PODRÉ… (DE LA VIDA Y EL AZAR)


“Azar, azar, rosa vital,
espectro fugitivo”

Alejandro Duque Amusco (1949 - …)
De “Análisis de la luz”


Creo que raramente reparamos en lo mucho que el destino, el azar o la fortuna juegan en nuestra vida. Porque pensamos, erróneamente, que nuestra vida es el resultado de nuestras decisiones, razonadas o no. Y, sin embargo, hay a menudo hechos fortuitos que seguramente cambian radicalmente el curso de nuestra vida.

Llegar tarde a una cita y conocer a alguien especial. O poder atender a una interesante propuesta de trabajo porque no pudimos salir de vacaciones. O descubrir algo importante que dejamos pasar por alto porque tuvimos mucho tiempo para pensar en la parada del autobús. O descubrir el súbito interés y preocupación de un profesor por nuestro futuro. O, al contrario, la torpeza de hacer un mal gesto en el momento menos oportuno, echando por tierra una bella amistad. O sufrir un grave accidente por al vernos deslumbrados por el sol de atardecer en una curva peligrosa y desconocida... Por no hablar de lo que hicimos y nunca debimos hacer o de lo que no hicimos y hubiera estado bien haber hecho.

Image by PublicDomainPictures from Pixabay
Si lo pensamos bien, nuestra vida podría haber sido completamente distinta en base a circunstancias imposibles de controlar. Y hay miles de caminos diferentes, en diferentes momentos de nuestra vida, que podríamos haber tenido que seguir por la imposición del azar. Nuestros planes diarios se han visto continuamente desbaratados. Nuestras metas más deseadas y ambiciosas se han visto continuamente truncadas o, en el mejor de los casos, alteradas.

Por eso, cuando nos quejamos de lo que pudo haber sido y no fue (o de lo que es y querríamos que fuera), nos amargamos por algo que no tiene remedio, y nos olvidamos de que hay miles de circunstancias que podrían haber hecho nuestra vida más agradable o más ingrata. Y si nos jactamos de nuestra buena fortuna, nos olvidamos de que ésta puede cambiar en cualquier momento y amargar nuestro presente y futuro. Puede que seamos el producto de nuestras decisiones, pero creo que nuestra vida tiene más que ver con hechos fortuitos que con decisiones racionales y deliberadas.