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viernes, 30 de noviembre de 2018

LO QUE SOY, LO QUE HAGO… ¿MERECE LA PENA?


“No puedo enseñar a nadie.
Solo puedo hacerles pensar”

Sócrates (470 aC - 399 aC)


Free image: Max Pixel
Si la felicidad (con minúsculas muy minúsculas) es una conquista, esta es una de las grandes preguntas que nos debemos hacer a lo largo de nuestra vida. En esta pregunta se fundamenta la confianza en nosotros mismos, sobre todo para desplegar nuestra personalidad, pues solo desde la sólida base que da la seguridad en lo que pensamos, en lo que soñamos, en las aspiraciones que tenemos, en la forma en que nos tratamos a nosotros mismos y a los demás, solo desde está segura base, insisto, podemos caminar tranquilos por la vida, centrándonos en lo importante, desplegando una gran energía positiva y creativa, y sintiéndonos en paz con lo que somos y con lo que hacemos. Tal vez no seremos FELICES (con mayúsculas), pero sentiremos una intensa y merecida satisfacción.

Es fundamental saber si merece la pena lo que hacemos y lo que pensamos. Saber, aún más, si los principios y valores que rigen nuestra vida merecen la pena. Y eso solo lo lograremos desde el conocimiento: conocimiento del mundo y, especialmente, conocimiento de uno mismo. Solo cuando afrontamos con valor el conocimiento de uno mismo podemos descubrirnos y enfrentar la conquista de una vida que sea, al menos, tranquila y placentera, en paz con nuestra conciencia y gratificante en nuestras experiencias. Pero tenemos que atrevernos a mirar al espejo y descubrir quienes realmente somos: sin esa mascara que, en ocasiones, solo es una versión pulida y edulcorada que nos vendemos a nosotros mismos. Y aviso de una mala noticia: nuestra conciencia nunca se lo traga, lo que puede ser motivo de que se convierta en una pesadilla.

Si queremos conseguir avances reales hay que dejarse llevar por la intuición, pues anticipa mucho de lo que realmente es y ocurre en nuestra vida. Nuestra intuición nos avisa de lo que encontraremos en el espejo cuando nos miremos en él, sí. Por esta razón hay personas que se pasan la vida huyendo de él. Huyendo de él y de todas las personas que en sus reacciones ante nuestro trato nos están diciendo, sin decirlo, que algo no funciona en nosotros mismos. La intuición es una magnífica aliada. Realmente tiene magia: nos dice la verdad de lo que somos y de lo que querríamos ser. Y solo es necesario que nos dejemos guiar por ella. Si, por una parte, puede hacernos un feo frente al espejo, también es la maga que nos descubre si lo que hacemos realmente merece la pena.

lunes, 12 de noviembre de 2018

MIRA LO QUE… (DE LA IMPERIOSA Y NEFASTA NECESIDAD DE HACERNOS PATENTES O DESTACAR)


“Quieres tener un juguete y otro juguete, y eso no es madurez.
Las cosas más grandes en la vida no son materiales”

Carlos Slim (1940 - …)


“La edad es relativa. La experiencia es relativa.
Y creo que a menudo la intensidad
se confunde con la madurez”

Laura Marling (1990 - …)


Ayer escuchaba a Iniesta (gran jugador de futbol y mejor persona) comentar a Jesús Calleja, en su programa “Planeta Calleja” de la cadena de televisión “Cuatro” (gran persona también y magnífico programa) relatar la situación de vacío y desánimo por la que pasó cuando estaba en la cima de su carrera profesional. En su mirada, en su tono al hablar y en sus silencios, lo que realmente nos decía es que puedes tenerlo todo y sentirte vacío.

Lo importante en la vida no es cuanto tengas sino qué es lo que tienes. Lo importante tampoco es cuánto seas sino ser lo que eres. Lo importante en la vida no es ganar el reconocimiento y la fama, sino ser uno mismo, aunque uno solo sea un ser anónimo entre tantos miles de millones de seres en este planeta. ¿Acaso no lo somos en el contexto de este planeta perdido en un rincón de esta inmensa galaxia, perdida en un rincón de este vasto universo?

Lo que es evidente es que cuantos más seres humanos somos en este planeta, mayor problema es la soledad y con más ahínco buscamos ser reconocidos, tenidos en cuenta y apreciados. Gran parte de nuestro día a día se malgasta en la búsqueda de estrategias, y el despliegue de acciones, que nos hagan visibles a los ojos de los demás. Y todo para descubrir que aun consiguiendo el objetivo perseguido, al final del camino solo espera el vacío. Curioso contraste ese de estar aclamado y sentirse vacío.

Algo falla en cómo planteamos nuestra vida, eso es seguro. Unos pocos “mira lo que…” es síntoma de una necesidad, pero este vivir para exigir continua atención solo es síntoma de un problema. Que no haya mejor profesión en el mundo para muchos jóvenes que la de ser “influencer” en alguna faceta lúdica de la vida denota, sobre todo, una insaciable necesidad de reconocimiento o, tal vez, un vacío que necesita ser cubierto. O, simplemente, un modo de vida heredado de las generaciones precedentes. De hecho, tengo la sensación de que cada día tardamos más en dejar la infancia y madurar sanamente: con la adolescencia perdemos lo mejor de nuestra niñez pero creo que no nos topamos con la madurez. De hecho, no son pocos los casos de personas que llegan al fin de su vida nerviosamente extraviadas.

La gran lección que podemos extraer de todo lo dicho es que, seguramente, estamos equivocando el objetivo. Tanta obsesión por buscar fuera lo que nos haga seres felices puede ser que esté consiguiendo que seamos más infelices. Tanto empeño en enriquecernos con el reconocimiento externo puede ser que nos empobrezca interiormente. Tanto esfuerzo por construir una excelente imagen externa puede ser que nos impida crecer como personas. Por esos caminos llegamos a tener una grandiosa imagen a costa de reducir a la nada nuestra personalidad.