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lunes, 12 de noviembre de 2018

MIRA LO QUE… (DE LA IMPERIOSA Y NEFASTA NECESIDAD DE HACERNOS PATENTES O DESTACAR)


“Quieres tener un juguete y otro juguete, y eso no es madurez.
Las cosas más grandes en la vida no son materiales”

Carlos Slim (1940 - …)


“La edad es relativa. La experiencia es relativa.
Y creo que a menudo la intensidad
se confunde con la madurez”

Laura Marling (1990 - …)


Ayer escuchaba a Iniesta (gran jugador de futbol y mejor persona) comentar a Jesús Calleja, en su programa “Planeta Calleja” de la cadena de televisión “Cuatro” (gran persona también y magnífico programa) relatar la situación de vacío y desánimo por la que pasó cuando estaba en la cima de su carrera profesional. En su mirada, en su tono al hablar y en sus silencios, lo que realmente nos decía es que puedes tenerlo todo y sentirte vacío.

Lo importante en la vida no es cuanto tengas sino qué es lo que tienes. Lo importante tampoco es cuánto seas sino ser lo que eres. Lo importante en la vida no es ganar el reconocimiento y la fama, sino ser uno mismo, aunque uno solo sea un ser anónimo entre tantos miles de millones de seres en este planeta. ¿Acaso no lo somos en el contexto de este planeta perdido en un rincón de esta inmensa galaxia, perdida en un rincón de este vasto universo?

Lo que es evidente es que cuantos más seres humanos somos en este planeta, mayor problema es la soledad y con más ahínco buscamos ser reconocidos, tenidos en cuenta y apreciados. Gran parte de nuestro día a día se malgasta en la búsqueda de estrategias, y el despliegue de acciones, que nos hagan visibles a los ojos de los demás. Y todo para descubrir que aun consiguiendo el objetivo perseguido, al final del camino solo espera el vacío. Curioso contraste ese de estar aclamado y sentirse vacío.

Algo falla en cómo planteamos nuestra vida, eso es seguro. Unos pocos “mira lo que…” es síntoma de una necesidad, pero este vivir para exigir continua atención solo es síntoma de un problema. Que no haya mejor profesión en el mundo para muchos jóvenes que la de ser “influencer” en alguna faceta lúdica de la vida denota, sobre todo, una insaciable necesidad de reconocimiento o, tal vez, un vacío que necesita ser cubierto. O, simplemente, un modo de vida heredado de las generaciones precedentes. De hecho, tengo la sensación de que cada día tardamos más en dejar la infancia y madurar sanamente: con la adolescencia perdemos lo mejor de nuestra niñez pero creo que no nos topamos con la madurez. De hecho, no son pocos los casos de personas que llegan al fin de su vida nerviosamente extraviadas.

La gran lección que podemos extraer de todo lo dicho es que, seguramente, estamos equivocando el objetivo. Tanta obsesión por buscar fuera lo que nos haga seres felices puede ser que esté consiguiendo que seamos más infelices. Tanto empeño en enriquecernos con el reconocimiento externo puede ser que nos empobrezca interiormente. Tanto esfuerzo por construir una excelente imagen externa puede ser que nos impida crecer como personas. Por esos caminos llegamos a tener una grandiosa imagen a costa de reducir a la nada nuestra personalidad.

Al final, llego a la conclusión de que solo seremos personas equilibradas si conseguimos equilibrar nuestra vida interior. Para conseguirlo debemos desarrollar nuestra innata personalidad, descubrir quiénes somos y qué queremos, y vivir desde dentro hacia afuera, justo lo contrario de lo que hacemos actualmente. Debemos desplegar todo nuestro talento (el que tenemos en los aspectos de la vida en que lo tenemos) y pulir nuestra madurez emocional para tener unas enriquecedoras relaciones interpersonales.

Si queremos sentirnos bien, lo primero que tenemos que conseguir es sentirnos bien con nosotros mismos: conocernos, aceptarnos, mejorarnos, descubrir quiénes somos y qué deseamos realmente, identificar nuestras metas en la vida, reconocer que lo importante no es llegar sino disfrutar del camino, y aceptar que solo podemos construir relaciones interpersonales valiosas desde la fortaleza interior, desde la humildad y desde la generosidad. Lo demás son cuentos que no llevan a ninguna parte…


Emilio Muñoz
Cosas del más acá

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